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Ante una reiterada pregunta que me han hecho, de si estoy en contra del presidente Álvaro Uribe Vélez, yo respondería que no; no estoy en contra de la persona de Álvaro Uribe, lo cual no indica que apruebe o acepte sus políticas y el proyecto político que representa.
Es una claridad importante que hay que hacer, puesto que no es lo mismo criticar a un individuo en su condición de ser humano, que desaprobar el actuar como gobernante de esa persona. Por lo tanto, yo desapruebo y estoy en contra de Álvaro Uribe, en cuanto a su actuar y proceder como gobernante.
Para hacer público este pensamiento, debo ser absolutamente prudente y explicar, al menos brevemente las razones de mi posición, especialmente por la condición que ostenta mi “criticado” –presidente de la República- y por el fenómeno político, que valga la pena reconocer, encarna este personaje.
Creo que si solicitaran a los colombianos una calificación de 1 a 5 para valorar la labor y la personalidad del presidente, serían muchos los que sin vacilar, le atribuirían el 5 como nota definitiva; pero tampoco me cabe la menor duda, que una gran cantidad de colombianos, entre ellos la mayoría de los intelectuales del país no escatimarían esfuerzos en apuntalarle el uno como nota final, entre ellos me incluyo.
Cabe entonces decir que esos sensatos colombianos, no estarían desaprobando la labor de Uribe por ser Uribe, porque ese absurdo personalismo político es un factor de desorientación de la opinión pública, y esos colombianos no están a favor del personalismo político, sino de la exposición y el antagonismo de los proyectos políticos que se presentan actualmente en el país.
Es entonces, un proyecto político y no una persona lo que rechazan aquellos mal llamados “anti-uribistas”; un proyecto político que contradice las necesidades y expectativas de la población colombiana y enmascara todos los males de la nación en la sobreestimada amenaza terrorista, que se pretende combatir con la falsa seguridad democrática; un proyecto político que por medio de la manipulación mediática, orquestada por los medios masivos de desinformación, elimina el disenso, necesario en una democracia y penaliza la oposición, tratando de generar un pensamiento único y totalitario; un proyecto político que tiene las rodilleras listas para inclinarse ante los intereses oligárquicos y transnacionales, pero tiene cargada la bayoneta para reprimir cualquier tipo de inconformidad y expresión social; un proyecto político que enaltece y dignifica el autoritarismo, a la vez que relega los principios y valores sociales y democráticos; un proyecto político que premia el delito, pero estigmatiza y desconoce la lucha por la reivindicación de los derechos humanos; es en fin, un proyecto político que representa y materializa los principios retardatarios y reaccionarios de una extrema derecha caduca, -que nos trae a la retina experiencias nefastas como el fascismo italiano o el bonapartismo peruano-.
En consecuencia, es ese proyecto político, que muchos enajenados no titubearían para calificar con un 5, el que gran cantidad de intelectuales, organizaciones sociales y políticas, minorías éticas y raciales, defensores de derechos humanos, columnistas, estudiantes y jóvenes en general, rechazamos, contradecimos y condenamos, por su carácter autoritario, antidemocrático y represivo.
La historia será la encargada de juzgar…..
SEBASTIÁN MIRA
jueves, 19 de junio de 2008
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